Son las ocho de la tarde
por Alemanes, por Francos,
por Velázquez o por Rioja,
por la Cuesta del Rosario.
Plena bulla, muchedumbre
en las calles taponando
las aceras, que es lo propio
en un Domingo de Ramos.
Como La Paz en el parque
con su escuadrón, sus caballos.
O los puestos de hamburguesas
enfrente del Rectorado,
eso, cerca del bar Citroën,
pero en la acera del Prado.
Con regalices de fresa
y sus juguetes de plástico.
O niñas quinceañeras,
de pandillas, y estrenando
tacones y sobaduras,
botellón de ron barato
con el Jonathan, su novio,
impecable traje blanco,
y una camisa magenta,
a juego con los zapatos.
El peinado es otro rollo:
los laterales, rapados,
y en la cabeza, de punta,
tupé con volumen, alto.
El estilo, según dicen,
lo catalogan de fashion.
Lo normal en estos días:
Lunes, Martes, Jueves Santo…,
es que haya gente en las calles,
de aquí y de allá, caminando,
y que se formen tapones,
que se limite el espacio
ante la gente que viene
de los pueblos, de los barrios,
o del mismo centro: Dueñas,
Alfalfa, Mateos Gago.
Pero esto cuesta entenderlo
en según, vemos, qué casos.
Uno que todos conocen,
tan típico, todo un clásico,
es el del desagradable,
puntito maleducado,
que no te deja pasar
cuando pasas por su lado.
Un ser, supongo, que piensa
en que ese metro cuadrado
que rodea su contorno
es un cortijo privado.
Le molestan los chavales
que en hilera van cruzando:
“Tú por aquí ya no pasas”,
comenta, medio enfadado.
Con lo bien que la vería,
la Semana Santa, claro,
en un pisito en Conil,
en un dúplex en Los Caños
-con un salón donde quepan
los tramos de san Bernardo-.
Con el gran Pedro Domínguez
por este micro narrando
las tardes en la Campana,
o las tardes en los palcos.
Con lo bien que la vería
en su tresillo, tumbado,
¿que no te gusta la marcha
que le están tocando al palio?
Pues coge y cambia el canal,
mira qué fácil, muchacho.
Pero no: prefiere la calle
suya, sin ser empujado
en las bullas que se forman
entre los que van cruzando.
No dejará que pasemos,
no nos cederá su espacio.
No le cabe en la cabeza,
en el hueco de su cráneo,
el que haya gente en las calles
en un Domingo de Ramos,
en un Lunes, Martes, Miércoles,
en un Jueves, Viernes, Sábado.
Así que no nos queda otra
que quedarnos donde estamos.
No nos queda más remedio
que contarlo por la radio.